Octubre de 1929.- Se ofertan trece millones de títulos de la bolsa de valores de Nueva York, más no hay compradores. Los mercados caen en picada después de meses de inestabilidad, las acciones pierden por lo menos un tercio de su valor, el pánico aumenta, los millonarios deciden suicidarse lanzándose desde rascacielos, la policía reprime las turbulencias, la inyección de capital no alcanza y la crisis se extiende rápidamente por todo el mundo...
Para los analistas estadounidenses es una realidad que la actual crisis económica es peor o igual que la Gran Depresión, cuando la bolsa de valores de Nueva York se hundió dando por resultado el quiebre de 2,000 bancos. En su momento, los analistas estadounidenses señalaron que la crisis era algo natural y que en el largo plazo la economía volvería a alcanzar el equilibrio entre oferta y demanda.
“En el largo plazo todos estaremos muertos” respondió Keynes, el economista más reconocido del siglo XX, a los defensores del Mercado Autoregulado quienes sostenían tercamente que la economía se compondría por sí misma y que, para solucionar la crisis del 29, no era necesario más que esperar.
Es curioso que la crisis actual se deba en gran medida a lo que Keynes consideraba un error: la excesiva confianza en el poder de autorregulación del mercado. Esta vez, una entrada constante de dinero facilitó el crecimiento de la economía estadounidense impulsando el crédito, principalmente, el hipotecario. Se otorgaron entonces créditos sin garantía de pago, colocando enormes montos de bonos respaldando los bienes raíces. Cuando la oferta excedió la demanda, los precios de las casas cayeron, pero los propietarios se encontraron con la dolorosa situación de que sus casas valían menos que sus deudas. El “efecto dominó” propagó la crisis en sectores completos de la actividad financiera y económica de Estados Unidos hasta llegar a la escala global.
Paul Krugman, actual premio Nobel de Economía, señala que la crisis no es resultado de eventos aislados sino de una política económica desacertada que, durante toda la administración Bush, se basó en el déficit comercial y fiscal generando diferentes presiones al sistema financiero estadounidense.
Pero en todo esto ¿cuáles son los efectos directos que tendrá nuestra economía?
Los efectos de los ciclos recesivos estadounidenses se han hecho presentes en México en los últimos 26 años. Mientras la economía estadounidense comenzó una recesión en enero de 1981, en México sus efectos se manifestaron hasta el segundo trimestre de 1982, la crisis duró 12 meses.
La nacionalización de la banca ocasionó otra crisis en 1986, en esta ocasión sin estar ligada a la situación económica de nuestro vecino. Las políticas económicas erróneas propiciaron la crisis de 1995 con una fuerte espiral de devaluación e inflación.
El segundo periodo recesivo provocado por la economía de Estados Unidos se presentó en el 2001, cuando la economía mexicana vivió por 6 meses una caída profunda de su actividad económica, situación agravada por los atentados terroristas de Nueva York.
El mismo Keynes soñaba con que llegaría un día en que los economistas no fueran hombres de traje, ricos y poderosos, sino que se parecieran “más bien, dentistas”, a alguien que se le pudiera consultar para resolver problemas cotidianos con consejos sencillos.
Ante esta crisis mundial, nos faltan políticas económicas eficientes y certeros dentistas.
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