Imaginemos una sociedad del futuro donde existen solo dos clases sociales: los pensadores y los trabajadores. Parece una sociedad perfecta: hay prosperidad, existe productividad y un elevado nivel de vida.
Sin embargo, mientras que los pensadores viven en la superficie con los lujos de la gran ciudad, los trabajadores se encuentran confinados a vivir en el subsuelo. Ambas clases sociales- a pesar de su complementariedad- se desconocen, hasta que de repente, un pensador decide seguir a una hermosa trabajadora y viaja al subsuelo.
En el transcurso de su viaje, las subterráneas catacumbas describen los restos del pasado del antiguo pueblo sobre la que se construyó la moderna ciudad. Él, observa las masas de obreros hacinados, las carencias y la efervescencia social. La hermosa trabajadora le cautiva, le abre los ojos al hecho de cómo la pobreza les va consumiendo… en el fondo, el argumento de Metrópolis, una película alemana de 1927, es una metáfora de lo que sucede en las zonas metropolitanas.
En la mayoría de los casos, las zonas metropolitanas son un conjunto amorfo donde la ciudad central presenta espacios de alto diseño, mejor calidad de vida y más oportunidades, pero al mismo tiempo, los guetos y ciudades periféricas se encuentran deteriorados y “colmados” de un orden diferente caracterizado por un hiperpauperismo.
En la película, el corazón del pensador pulsa entre el amor hacia la trabajadora y el sentimiento de malestar por observar la exclusión a la que son sometidos los trabajadores. El pensador es capaz de motivar en la trabajadora un sentimiento de cambio, a su vez, ella organiza a los trabajadores con la intensión de transformar su realidad. Y es que Metrópolis describe la contradicción de cualquier zona metropolitana: un lugar que puede someter a sus habitantes a la incertidumbre y ofrecer, al mismo tiempo, la posibilidad del cambio.
Aunque la base de los problemas en las zonas metropolitanas es la exclusión social, si reflexionamos atentamente aparecen ante nuestros ojos innumerables retos. La ciudad no prosperaría sin este flujo creciente de trabajadores, consumidores y usuarios, ya que esto es el soporte de la economía metropolitana. Así, la pérdida de competitividad económica, la calidad ambiental, la planeación de la cuidad, la movilidad y la dotación de servicios públicos, son solo algunos ejemplos que nos hacen cuestionarnos:
¿Cómo gestionar el desarrollo metropolitano? ¿Cómo hacer compatible el desarrollo económico con la preservación de los valores ambientales? ¿Cómo diseñar las políticas públicas urbanas para que sean empáticas con la sustentabilidad? ¿Cómo garantizar la consecución del patrimonio de la zona metropolitana para las nuevas generaciones?
¿Cómo erradicar la pobreza urbana? ¿Cómo vincular las variables demográficas y la necesidad de generar buenos empleos, con un mejor ingreso?
Para poder responder estas preguntas, la ciudad central y su área de influencia directa deben considerarse como una unidad funcional. Así, alrededor del mundo se ha planteado algunas respuestas.
En Canadá, por ejemplo, la Comuna Metropolitana de Montreal, organismo creado por el gobierno, se ocupa del ordenamiento territorial y el desarrollo económico, incluyendo como estrategias la creación de un fondo regional y el cabildeo con los gobiernos provincial y nacional para el financiamiento de infraestructura urbana.
Otro ejemplo es la Autoridad del Gran Londres que se encarga de regular el transporte, ordenamiento territorial y protección del medio ambiente en la zona metropolitana de Inglaterra, con una población de 7.3 millones de habitantes. En Estados Unidos, el Distrito Metropolitano de Portland, situado en Oregón, es responsable de contener la mancha urbana, asegurar la disponibilidad de terreno, generar programas de tierras rehabilitadas, planear el sistema de transporte regional, administrar los parques y la disposición de basura.
Para 2005, según datos de la ONU, había en el mundo 430 metrópolis con más de un millón de habitantes. Su población total representa aproximadamente 1,200 millones, equivalentes a 38 % de la población urbana. El 72% de ellas se encuentran en países en vías de desarrollo. En 1985 había 271 metrópolis, para 2015 habrá 541 en todo el mundo: Bombay, Lagos, Shangai, Yakarta, Säo Paulo, Karachi, Pekín, Dhaka, México, Calculta, Delhi, Tianjin, Manila, El Cairo, Seul, Buenos Aires, Istambul, Río de Janeiro, Lima, Teherán…
En este contexto donde globalización y metropolización se conciben simultáneamente se vuelve imperativo diseñar nuevas estrategias para construir zonas metropolitanas fortalecidas y que, con la base de la participación ciudadana, sean capaces de gestionar su propio desarrollo.
En México, el fenómeno de metropolización también es irreversible. Siguiendo los datos de las últimas delimitaciones elaboradas por el Consejo Nacional de Población (CONAPO), SEDESOL e INEGI, en nuestro país existen 56 zonas metropolitanas en las que se concentran 58 millones de habitantes- 56.7% de la población total del país- según las proyecciones, durante los próximos 25 años se agregarán al grupo 17 metrópolis más.
Para la atención de los problemas metropolitanos, la creación de fuentes innovadoras de financiamiento público y privado para programas de desarrollo social y erradicación de la pobreza urbana, es una necesidad apremiante.
En el 2006, se creó el Fondo Metropolitano, partida federal destinada a reordenar la vida social de las zonas metropolitanas. A la fecha, el Fondo Metropolitano ha tenido un incremento acumulado de 1,453%, tomando en consideración los incrementos acumulados de 3 mil millones de pesos en 2007; 5, 550 millones de pesos en 2008 y 5, 985 millones de pesos para 2009.
Al mismo tiempo, el Fondo Metropolitano ha pasado de beneficiar a solo 7 zonas metropolitanas a un total de 16 para el próximo año. En sus tres años de existencia ha destinado recursos por un monto total de 15, 535 millones de pesos.
A pesar de ello, las limitaciones de carácter político-administrativo como los límites municipales, la corta duración de los períodos de gobierno de los ayuntamientos y, sobre todo, la dispersión de políticas y de recursos cada vez más escasos siguen siendo los principales retos para la ejecución de estos recursos.
En cada una de las metrópolis mexicanas se han generado, siguiendo el ejemplo internacional, organismos facilitadores de la gestión metropolitana orientados hacia la gobernanza. La gobernanza se define como la manera de gobernar que se interesa por generar un desarrollo económico, social e institucional duradero, con un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado.
En los aspectos metropolitanos, la gobernanza es la convicción de que la gestión metropolitana puede verse nutrida por un aprendizaje interactivo de abajo hacia arriba y no por un proceso de soluciones de arriba hacia abajo. Es decir, la participación social se expresa como el elemento determinante para la generación de políticas públicas. Es solo mediante la participación de la sociedad civil- la organización de los trabajadores- que se pueden generar cambios sustanciales en la Metrópolis.
Nota al margen: La Coordinación Metropolitana de Yucatán, COMEY y El Colegio Yucateco de Arquitectos A.C., organizan el Primer Encuentro Metropolitano, Propuestas Ciudadanas, con la intervención de reconocidos especialistas y la participación social en cuatro mesas temáticas. El principal objetivo es fomentar la participación de las organizaciones de la sociedad civil, instituciones académicas, autoridades de los distintos niveles de gobierno y de la ciudadanía en general para la identificación de la problemática vinculada con el fenómeno metropolitano y la búsqueda de soluciones mediante la definición de propuestas estratégicas, es decir, fomentar la gobernanza y gestión metropolitana. El evento se realizará los días dos y tres de diciembre en el Centro de Convenciones Yucatán Siglo XXI, ambos días a partir de las 16:30 horas. (A.R.O.G./Publicado en Diario Tribuna el 30/12/08)
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