Una república en la que todos los habitantes han alcanzado
la felicidad. Una isla donde los bienes públicos se encuentran por encima de
los privados…
Aún cuando muchos
políticos han descartado la idea de crear nuevas realidades, de innovar y de
servir a todos y no a unos cuantos, la discusión de Tomás Moro sobre la ética y
la política sigue teniendo vigencia.
Se trata de crear utopías. Muhammad Yunus, quien ganó el
premio Nobel de la Paz en 2006, no repara en repensar las utopías:
“Eliminamos el colonialismo, nos deshicimos de la esclavitud
y desaparecimos el apartheid; todos pensaban que todo eso era imposible.
Tomemos el siguiente imposible, hagámoslo con gusto y acabemos con él, y creemos
un mundo libre de pobreza”, señaló al recibir el premio.
Para Yunus es necesario “un gobierno global que resuelva los
conflictos entre naciones y regiones, que vea que todas las partes del mundo
gocen de una calidad de vida similar, que atienda los asuntos humanos globales,
que proteja al planeta y los intereses de todos los seres vivos en él”.
Observa desde su
Bangladesh al mundo cuando piensa que la desigualdad en el ingreso debería ser
un asunto irrelevante; porque en un mundo sin pobreza será necesario que todos
tengan lo que necesitan y que las
vacunas de todas las enfermedades transmisibles estén disponibles y al alcance
de todos.
Tampoco repara en criticar a la gente con la que tiene
cierta relación, porque en un mundo sin pobreza será necesario que la información de todas las cuentas bancarias
en el mundo sea de dominio público. En el mundo de Yunus, los banqueros deberán
ser los principales promotores de negocios sociales. El banquero de los pobres
se pronuncia incluso a favor de una integración económica global: “que haya una
sola moneda, y que las demás monedas y billetes desaparezcan”.
Las utopías de Yunus pueden parecer lejanas,
inalcanzables…esa es precisamente la función de las utopías. Desde sus utopías,
Yunus ha logrado avanzar en su objetivo de crear un mundo sin pobreza otorgando
más de 9 millones de microcréditos a gente pobre, sacando de las calles a 25
mil pordioseros que han dejado ya de mendigar en su país.
Hoy, también podemos pensar en pequeñas utopías: que todos los
niños de Yucatán tengan acceso a salud preventiva; que el dengue en nuestro
Estado sea cosa del pasado; que se tenga
acceso universal a la educación y a la tecnología; que todos puedan comer sano
dos o tres comidas al día; que se tengan servicios sanitarios básicos; que la
pobreza, por fin sea abatida y que todos tengamos lugares de esparcimiento y
cultura…
Las utopías permiten trazar caminos nuevos.