El sábado 17 de noviembre de 2012, tuve la oportunidad de dictar la conferencia titulada “7 Ideas sobre Políticas Públicas” a alumnos de la Escuela de Cuadros del ICADEP filial Yucatán, en las próximas dos entradas sintetizó los consejos que externé:
I.- CUANDO ESTÉS EN EL PODER, RECUERDA QUE LA SOCIEDAD ES UNA PIRÁMIDE INVERTIDA
En infinidad de ocasiones los “tomadores” de decisiones y los diseñadores de políticas públicas parecen distanciarse de la ciudadanía. Es muy común olvidar las implicaciones de la idea del contrato social: el pueblo- en abstracto- es quien elige a sus gobernantes mientras que el ciudadano- en concreto- es el usuario de las políticas públicas.
La sociedad es una pirámide de jerarquía invertida, donde en realidad los mandatarios son los ciudadanos y los gobernantes los primeros servidores. A mayor distancia entre la autoridad y el ciudadano es mayor la posibilidad de fracaso en una política pública.
Así, recordar que la sociedad es una pirámide invertida significa recuperar la idea del contrato social como la base de las acciones gubernamentales y asumirla como un código ético.
II.- CUANDO DEFINAS EL PROBLEMA, PONTE SIEMPRE EN LOS ZAPATOS DEL CIUDADANO
La falta de comunicación crea confusión, la falta de capacidad de respuesta crea indignación y la falta de comprensión de la ciudadanía da lugar a programas condenados al fracaso…
¿Cuántas veces no hemos escuchado frases como las siguientes?:
“Los impuestos son muy elevados y no recibimos nada a cambio”, “las infraestructuras públicas (puentes, carreteras, calles) están deteriorados a pesar de los altos impuestos”.
“Algunos organismos públicos pagan precios escandalosos por bienes comunes, los contratos públicos están plagados de corrupción”, “los organismos públicos son lentos e inflexibles debido al exceso de reglamentos y burocracia”, “los funcionarios públicos están excesivamente protegidos”.
Las políticas públicas han dejado mucho que desear para el ciudadano común. Los diseñadores de políticas públicas ya NO piensan en el ciudadano, mucho menos piensan CÓMO el ciudadano. Así, el gran reto es, desde la definición del problema, ponernos siempre en los zapatos del ciudadano, claro, SIN perder de vista los objetivos racionales de la acción pública.
III.- CUANDO DISEÑES, EVITA LAS FALACIAS DE RAZONAMIENTO
Pensar cómo piensa el ciudadano es el primer elemento del diseño de cualquier política pública. Sin embargo, tanto el ciudadano como el diseñador pueden caer en falacias de razonamiento.
Existen sobre todo dos falacias que se esparcen como virus en el mundo de las políticas públicas: “la falacia de composición abierta” y “la falacia de las piezas de ajedrez”.
Sowell (2008) explica la primera en los siguientes términos:
“¿Quién podría estar en contra de la salud o la educación? Nadie en su sano juicio. Pero estamos pasando por alto un elemento fundamental. Estamos ante un problema de composición abierta, es decir, sin importar cuánto se haga en salud y educación, siempre se podrá hacer más. No obstante lo anterior, hay una limitante: los recursos son finitos y tienen usos alternativos que también son valiosos”.
La falacia de composición abierta nos recuerda que, ante recursos finitos y usos alternativos, cualquier diseñador de políticas públicas tiene que pensar dos veces si la decisión que va a tomar es la correcta o no.
“La falacia de las piezas de ajedrez”, es explicada por Sowell de la siguiente manera:
“Adam Smith criticó a gente que piensa que “podría organizar a los diferentes miembros de una gran sociedad con tanta facilidad como la mano organiza las distintas piezas sobre un tablero de ajedrez”. A diferencia de torres y caballeros, las personas tienen voluntades y deseos que a menudo entran en conflicto con lo que plantean los ingenieros sociales”.
La falacia de las piezas de ajedrez nos recuerda que el sólo intento de utilizar al ciudadano como parte de un gran diseño puede resultar contraproducente.
Hasta ahora hemos entendido que en el diseño de políticas públicas vale la pena recordar que la sociedad es una pirámide invertida donde el centro de toda acción gubernamental debe ser el ciudadano. Al tener al ciudadano como objeto se vuelve indispensable conocer sus intereses –e incluso- pensar como él considerando la advertencia de no caer en falacias de razonamiento que podrían comprometer el éxito de la propia política pública.
Continua en la siguiente entrada... http://goo.gl/PuuiX
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