Calvin Coolidge, presidente estadounidense, en 1926 señaló que: “Pareciera que las revoluciones y los desastres naturales constituyen los principales problemas de América Latina”.
En 1950, George Kennan, uno de los creadores de la política de contención al comunismo, escribió en referencia a América Latina: “Parece difícil concebir que pueda existir otra región sobre la tierra, en la cual la naturaleza y el comportamiento humano se haya combinado, para producir un ambiente más desesperanzador e infeliz para la vida humana que el que se da en América Latina”.
A lo largo de los años, con el amparo de la Doctrina Monroe- que en su origen se justificó como medio de contención a las potencias europeas- Estados Unidos ha establecido una política exterior hacia América Latina donde las principales características han sido los prejuicios con respecto a la región y un interés expansionista sobre la misma.
Por citar dos ejemplos recientes, en el 2002, desde una posición dogmática, Bush solicita a su embajador en Bolivia que externe públicamente un discurso en contra del entonces candidato Evo Morales. Los ciudadanos bolivianos reaccionaron en las urnas y aunque Evo Morales no ganó las elecciones si logró acortar de forma importante su distancia frente a Gonzalo Sánchez, situación que le permitió ser electo presidente a finales de 2005.
Como si de tiempos de la Guerra Fría se tratase, en el 2004, Estados Unidos prohíbe que todas las personas cubanoamericanas visiten a sus parientes en Cuba en una frecuencia mayor a una vez cada tres años. Irónicamente esta medida obstaculiza la transferencia de información entre Estados Unidos y la isla, información que podría servir para promover cambios democráticos en Cuba.
Al tiempo que Washington endureció su posición ante el giro a la izquierda de Sudamérica, con tal inexactitud que se tomaron decisiones sumamente contraproducentes, la política exterior estadounidense hacia América Latina se vio eclipsada por la guerra contra el terrorismo.
Ya con el triunfo y el peso de una elección histórica no queda claro aún si Barack Obama significará un cambio verdadero en la orientación de la política exterior hacia América Latina. Al menos dos aspectos plantean esta duda, por un lado, Obama concentrará sus esfuerzos en resolver la crisis financiera en su país, por el otro, no sabemos si las expectativas generadas por su campaña serán traducidas en acciones reales. Recordemos que la base de su campaña fue no asumir compromisos a fondo- no explicó el sentido de su cambio- para lograr estimular la imaginación del votante, quien veía en Obama lo que quería ver.
Así, varios mandatarios de América Latina estimulados por su imaginación, igual que los votantes, miraron en Obama lo que quisieron ver. Todas estas imágenes con cierto grado de empatía, incluso las de los más radicales :
-“Ojalá ese joven negro, de ganar, como creo que va a ganar, esté y se ponga a la altura de la historia (…) sienta el palpitar de la raza negra africana que lleva por dentro, como también la llevamos nosotros (…) si gana Obama hay como una pequeña luz en el horizonte”.- Hugo Chávez.
-“Supera en inteligencia y seriedad (Obama) a ese otro que es un instrumento de la mafia (McCain)”.- Fidel Castro.
Es evidente que América Latina tiene la mirada puesta en Obama, queda en el aire la pregunta: Obama ¿mirará a América Latina?
Si Barack Obama es capaz de capitalizar las altas expectativas que se tienen de él, asistiremos el inicio de un nuevo pragmatismo en la política exterior de nuestro vecino. Una política exterior norteamericana que sea capaz de identificar propósitos bien definidos y se constituya a través de los mejores medios, donde la información sea analizada y donde Obama no se aferre a dogmas y visiones de América Latina que en algún momento pudieron funcionar pero que ahora se encuentran obsoletos.
El primer encuentro agendado entre el nuevo gobierno estadounidense y América Latina será la V Cumbre de las Américas, en abril del próximo año, Obama deberá de dar algunas respuestas para el mejoramiento de las relaciones hemisféricas. Antes de esa fecha, tendrá que tener ya planteadas líneas estratégicas respecto a la relación con Cuba y el gobierno de Raúl Castro.
Hacia Colombia los esfuerzos estadounidenses deberán enfocarse en intentar resolver la parálisis parlamentaria que sufre el Tratado de Libre Comercio ya firmado entre ambas naciones pero aún sin ratificación. No cabe duda de que los tratados de libre comercio generan mayores exportaciones, inversión y trabajo, pero son necesarias políticas complementarias para asegurar que dichos beneficios son bien distribuidos.
En el caso de México, por ejemplo, estas políticas complementarias deberán de estar enfocadas a la reforma migratoria y a la posibilidad de generar un programa de trabajo temporal para inmigrantes. El boicot de los legisladores colombianos al Tratado es precisamente porque no incluye políticas complementarias.
En la V Cumbre de las Américas, a celebrarse en Trinidad, uno de los temas principales será el de la seguridad energética donde Brasil y sus vecinos han generado ya una posición común. Será importante observar cual es la posición de Obama frente al liderazgo regional de Brasil, si consigue posicionarlo como aliado o si se distancia de él.
Sin embargo, no será extraño que el tema principal- al menos en el discurso- sea el económico. En el fondo, los temas medulares son los que se relacionan con el fomento al desarrollo económico y social de América Latina. La agenda social- la reducción de la desigualdad en la distribución de la riqueza, la reducción de la pobreza, la mejora en los servicios públicos y la no discriminación- es el principal reto de América Latina. Ante ella, Estados Unidos deberá de comprender lo necesario que será reestructurar sus programas y políticas financieras hacia la región.
En definitiva, los 6 millones de indocumentados mexicanos, el embargo comercial de Estados Unidos a Cuba, la política de distanciamiento con los gobiernos de izquierda en el Sur, la lucha antidroga y los problemas de seguridad y el desarrollo económico en la región parecen ser los principales aspectos que determinarán la relación de la hiperpotencia con América Latina.
Hoy, la voluntad de los mandatarios latinoamericanos nos hace pensar que están dispuestos a aceptar de nuevo el liderazgo estadounidense en el hemisferio. Si en este nuevo tiempo Estados Unidos no es capaz de voltear hacia América Latina el costo será que su influencia en la región se desdibuje cada vez más. América Latina necesita percibir que el Estados Unidos de Obama es diferente al de Bush. (A.R.O.G./Publicado en Diario Tribuna el 17/11/08)
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